sexta-feira, junho 26, 2009

Llegando.

Caminaba por Rivadávia. Tenía o no mi corazón con agujeritos? Hice de Medrano mi elección. Por mis penas, por mis grandes penas bajé a Corrientes contando las hojas del ultimo otoño. Pensé en mi amor tan lejos y tan cerca. Pensé en sus manos y en su sonrisa. Los ojos, las bocas y las manos que prometían el mundo. Fingí llorar sin ganas, fingir estar fingiendo una sonrisa así casual. Mi corazón mitológico porteño se desarrollaba así en esa primavera al contrario. En Callao intenté lágrimas cínicas en una pseudo despedida. Intenté los árboles sin hojas y sus poesía. La belleza de los edificios. Ni la gente, ni el sol me contestaron. Hice de mi voz mi refugio. Me hablé por algunos minutos aprovechando la idea de escuchar mi lejana lengua. Tenía mi tristeza vagando por Callao, Lavalle, Tucuman, Viamonte, pasando por Córdoba sin mirar a los lados. Miraba el piso. Mirando el piso bajé por Paraguay y en la Plaza Libertad elegí no mirar la nueve de julio. Buenos Aires se me apresentaba cinicamente. Y fue cinicamente que atravesé por la 9 de Julio sin mirar al obelisco. A la izquierda mi rostro iba buscando algo más a lo lejos. El frio de julío se me hacía confortable. Caminada tranquila por Esmeralda, al 800, al 900, buscando la Plaza San Martin, buscando la Plaza San Martin no quiero quedarme dando adiós a las cosas que pasan, yo quiero pasar con ellas, pasar con el movimiento de las barcas en el río de la Plata era incomún. Por Leandro Alem me acerqué a la Avenida Antartida Argentina. Y con Buenos Aires en mi bolsillo dije hasta luego a la gente apurada y a los turistas de Puerto Madero. El otro lado me esperaba calmamente. Y me decía tambíen cinicamente que el Río seguía lindo. Que el Río continuaba lindo.

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