sexta-feira, março 27, 2009

Penúltima Flor del Lácio

Como si yo no tuviera oportunidad alguna para quedarme acá escribiendo para los que acá están.
Es que, ahora decido hacer justicia para los hispanohablantes que todos somos. Sí, siempre tuve la idea de que nosotros los brasileros compartimos algo de una lengua común.
Cuanto a la poesía, que se yo, no pasa nada. Es lo mismo que uno experimenta al leer cualquier verso de unos de esos parnasianos brasileros. Si puede reír como quiera, algo así, pero el entendimiento se hace.

Estos días de otoño tienen la dulzura perdida que siempre quise de cierta manera. El hecho de que los árboles acá tengan la predisposición otoñal me hace cada vez más predispuesto para seguir los comunicados que están por ahí.

Hay ciertas palabras que nos emborrachan, que nos hacen de cierta manera brujos, o cómplices de algo que poco sabemos. Y en eso pongo ciertas canciones. Para mí, las canciones y sus versos son la prueba exacta de que todo eso es cada vez más verdad. No existe Dios sin musicalidad. Y sí un día tendrías que elegir entre Dios y la música, va por el segundo, porque el primero seguro que es falso.

Pero no quiero ponerme a hablar sobre música, ni Dios, ni patria, ni cosas como eso.

Vos elegís la melodía que querés para estas líneas que acá escribo.

Buenos Aires es una ciudad como otras. O sea, tiene su especificidad. Y acá quizás resida el punto principal, o sea, el punto más importante para su entendimiento. Ser brasilero en Buenos Aires es una especie de retórica, es la asunción, el reconocimiento de la distancia, de cómo estamos cercas y lejos al mismo tiempo. Yo, yo trato de ponerme de acuerdo con estas letras y con esta literatura que ya me enamoré de primera. Quiero así, la belleza de un primer encuentro con una lengua, con sus errores y con sus puntos correctos, quiero, como en el sexo experimentar la ausencia de ropa, la ausencia de significado por primera vez. O sea, quiero la especulación infinita que hago de tu cuerpo antes de que te saque la ropa. Una idea de descubierta de vida, de las especificidades de una lengua, de un cuerpo y de un sexo.

Es por esa razón que me pongo a retardar cada vez más el desnudar de esta ciudad. Que me pongo caminando eternamente por su centro sin sacar de una vez todo lo que ella me quiere mostrar.

Vivo de pajas literarias. Me pongo así. Algo como coito interrumpido, soy un lector onanico y intento cada vez chorrear afuera, en los cuadernos, en los textos que se escriben por ahí.

Estoy como Ana Cristina César, mi compatriota, brasilera, que vivió en Río y en Niterói. Me imagino las barcas de la época, y la manera en que mi barrio crecía en los setentosos edificios del lugar. Así como ella, busco en las palabras la sinceridad del cinismo. Pienso que Ana Cristina César en inglés es otra cosa que en español y otra cosa que en el portugués. Y como ella, busco pintar cuadritos pequeños que vendo a los fines de semana.

Y como ella busco la ansiedad del primer otoño de mi vida, con la certeza de que sí, las hojas van confirmar la profecía de que cada otoño de cada año reserva para mí una vida concentrada, una pasión que parte, que viene del no man is an island. O algo más cercano a eso.

Si el brasil es un acaso, vos sos el acaso más lindo que existe.

Perdón por mi castellano y su falso puritanismo.

Me gusta mismo escuchar tu respiración extranjera

Antes de que el mundo se vaya

Besos políticos en cada mejilla.

2 comentários:

Diego de León disse...

Buenos Aires deve ter uma melancolia muito semelhante à sua melancolia...
chuto, só conheço por fotos e comentários...

venha para o outono de Brasilia...
é estranhamente diferente de todos os outonos...

um beijo ao som de "não sei dançar"
*estou tendo uma overdose mariniana...

mati disse...

ya me habían hablado de tu post en español y no sabía qué iba a encontrar; mucho menos imaginaba que desvestías buenos aires lentamente para retardar la maldita búsqueda perpetua de significado; mucho menos suponía que era tu primer otoño y, y, y..
muy lindo todo! hasta mañana a la mañana..